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La Clásica de San Sebastián que compró Armstrong

El sábado se disputa una nueva edición de la Klasikoa, concretamente su edición número 37. En su palmarés figuran muchos grandes nombres del ciclismo. Entre ellos, el controvertido Lance Armstrong. Se ha escrito mucho sobre la especial relación entre Armstrong y la prueba donostiarra.

Era 1992 y Lance Armstrong había disputado los Juegos Olímpicos de Barcelona con la selección norteamericana. Tenía además atado su paso a profesionales con el equipo Motorola y su debut no tardó en llegar. El tejano viajó de Barcelona a Donostia y debutó en la máxima categoría disputando la Clásica de San Sebastián, que era una prueba parte de la extinta Copa del Mundo.

Raúl Alcala, entonces en el PDM, fue el vencedor de aquella edición marcada por una tormenta que hizo que la llegada se hiciera prácticamente de noche. Las luces de los coches que iluminaban la carretera en medio de la galerna es lo que muchos mejor recordamos de aquella mítica edición. Claudio Chiapucci fue el segundo en la meta. El italiano se sacó la espina al año siguiente, levantando los brazos en 1993. ¿Pero dónde llegó Armstrong?

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Lance Armstrong llegó el último. Dice la leyenda que cuando llegó al Boulevard en última posición, a más de media hora del primero, algún aficionado se debió mofar de él. Lance, gallito como pocos, debió gritarles que algún día volvería y ganaría la prueba. Hay otra versión más creíble, que dice que fue algún periodista o personal del equipo quién le preguntó por qué no se había retirado en aquellas condiciones. Lance debió contestar que quería reconocer los últimos kilómetros para una futura edición, en la que quería ganar.

Lo cierto es que cuando volvió, Lance peleó con uñas y dientes para ganar la prueba. Tras proclamarse campeón del mundo en 1993 en Oslo, por delante de Miguel Indurain, estuvo a punto de levantar los brazos con el arcoíris en Donostia. Tan solo Armand de las Cuevas pudo ganarle en 1994, pero en 1995, al fín, Lance Armstrong se hizo con la Clásica. Hasta ahí la historia mezclada con la leyenda urbana más o menos conocida.

Pero Juliet Macur, en su libro La rueda de la mentira, ha ido un paso más adelante. La periodista del New York Times, autora de esta biografía que hemos editado recientemente, y basándose en declaraciones de una persona con conocimiento directo de la situación, afirma que Armstrong se hizo con la prueba tras haber sobornado a otro corredor en los últimos kilómetros.

Es más, en la retransmisión televisada del podio, Armstrong resumió la victoria con una alusión irónica a la verdad detrás de la carrera: «todo el mundo ha salido ganando hoy».