Aquella primera Grande para Colombia: Lucho Herrera y la Vuelta de 1987

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Durante muchos siglos Benidorm fue un pequeño pueblo situado a orillas del Mediterráneo. En un breve periodo, pleno siglo XIX, se intentó hacer allí una explotación a gran escala de vino, pero la mayoría de vides fueron arrasadas por la filoxera, así que sus habitantes volvieron la vista a ese mar que les acompaña desde que nacieron. Vivir de lo que cae en las redes, pendientes de las tempestades, temiendo los meses oscuros.

Todo eso terminó en 1955. Entonces el alcalde franquista Pedro Zaragoza Orts hace público un documento que empieza de la siguiente manera: “Tratamos con estas páginas de dar a conocer cuánta realidad lograda y cuántas posibilidades futuras guarda nuestro Benidorm”. Él había visto el negocio. Allí hace buen tiempo, hay playas, hay calas, hay un agua templadita que hará las delicias del turista. Hombre de recursos, poco acostumbrado a que le llevasen la contraria, se puso en contacto con Francisco Muñoz, un prestigioso arquitecto de la zona. “Hazme un boceto de cómo será mi ciudad”. Y el otro marcó cuatro o cinco diagonales, casi al tuntún. Se aprueba el Plan General de Ordenación Urbana. Ya a principios de los sesenta llega el gran cambio, cuando permiten construir cuantas alturas se deseen, siempre que entre los edificios queden catorce metros de distancia. Está naciendo la ciudad vertical, la que actualmente tiene mas piscinas privadas que cualquier otro lugar de Europa y el mayor número de rascacielos residenciales del continente, con más de trescientos. Tomando la proporción con base en sus habitantes, el skyline de Benidorm es más denso que el de Manhattan…

El 23 de abril de 1987 Lucho Herrera está en Benidorm. Compitiendo. Una crono, concretamente, 6600 metros. Solo que el colombiano aparece relajado, casi como si aquello no fuera con él. Para el reloj en nueve minutos y doce segundos. El ganador, Jean Luc Vandenbroucke, hace sesenta y tres segundos menos. Herrera está en torno al puesto cien, pierde un minuto con tipos como Sean Kelly, y apenas se ha disputado una distancia que bien hubiera podido recorrer caminando. Debería ser desastroso, toda una decepción.

Y sin embargo…

Sin embargo Lucho acude pleno de tranquilidad a la Vuelta a España. El Tour de Francia, solo el Tour de Francia, eso es lo que me importa, eso vengo a preparar. Arropado por su fiel Café de Colombia (allí no está Parra, a quien los directores reservan para la Vuelta a Suiza), el aspecto de Herrera es despreocupado. Una victoria parcial, sí. La montaña, claro. A ver qué tal los cafeteros. Y los otros, los del Ryalcao Postobón. Todo eso. Pero para mí… Tour y nada más que Tour.

En realidad la Vuelta a España se adapta poco a las condiciones de Lucho, por lo que sus dudas están fundadas. Tres cronos en las que perderá un mundo. Y la montaña… bueno, la montaña es suave. Los Lagos de Covadonga parece un puerto de enjundia, sí, y se sube El Escudo también, una pared histórica. Pero el resto son altos de más o menos longitud, pero muy tendidos. Perfectos para que los grandes rodadores salven el tipo frente a un ataque del escarabajo. Tipos como Dietzen, como Fignon.

Como Sean Kelly.

El irlandés está haciendo una de sus temporadas increíbles, una de esas que asombrarían en otro pero que para él son casi rutina. Niza, Critérium International, País Vasco. Llega mejor que nunca a la Vuelta. Puede ser su gran oportunidad para imponerse en una prueba de tres semanas.

Lucho sigue a lo suyo. Entrenamiento con dorsal. A veces le caen segundos aquí y allá pero, por lo general, entra en el pelotón sin mayores problemas. Y entonces la carrera llega a Andorra. Donde Pacho Rodríguez dio un recital dos años antes.

Y Herrera despierta.

Al principio es tímido. La etapa acaba en Grau Roig. Puerto de Envalira, el más alto de los Pirineos. Donde Anquetil se sintió morir en 1964. Atacado por todos, denostado en la prensa. El gran campeón quiso dejar un último instante. Y ganó el Tour. Pero esa… esa es otra historia.

Allí, subiendo Envalira, cuando el parcial ya está decidido en favor del escapado Ibáñez Loyo, ataca Vicente Belda, escalador pequeñito del Kelme, veterano curtido en mil batallas. Y a su rueda sale Lucho, que asoma por primera vez. Consiguen renta escasa, apenas veinte segundos sobre los siguientes. No importa. Es un golpe de confianza. Octavo de la general. Y a Grau Roig han llegado cinco colombianos entre los diez primeros, cuatro de ellos del Café de Colombia. Tiene fuerzas, y tiene equipo.

Al día siguiente… otro picotazo. En Cerler, cima que acabará siendo familiar para los escarabajos. Segundo, detrás de Cubino. De nuevo Belda llega con él, pero el resto pierde más de medio minuto. Kelly, por ejemplo, casi dos. Cuatro cafeteros en el top ten de la etapa. Y Herrera cuarto de la general. A 49 segundos del líder, que ahora es Raimund Dietzen, un alemán de rubia alopecia que corre para el equipo cántabro Teka.

¿Y si…?

Pero Herrera sigue con su mantra. El Tour. Etapas, la montaña. Y preparar el Tour. Esto es de Kelly. Nos saca demasiado en crono, pierde poco cuesta arriba. Es suyo. O de Dietzen. Yo, el Tour. Pero ¿usted ha visto el recorrido del Tour? Es un infierno, durísimo, con subida contrarreloj al Mont Ventoux incluida. Allí debo dar el do de pecho. El Tour. Aquí no. Nada. Prepararme.

Pero llega la etapa décimo primera. El mismo ordinal que conquistó en Francia un par de años atrás. Casualidad. O no, vaya. Allí terminaba en Avoriaz, aquí rinde visita a un puerto mucho más exigente. Los Lagos de Covadonga. Sí, sí, el mismo donde los escarabajos espantaron en 1985 al subirlo con piñones de diecinueve dientes. Entrenando.

Y Herrera se desata. Vestido con su maillot rojo, líder de la montaña, cubiertos brazos hasta los codos con manguitos de color blanco, Lucho vuela. Ataca en La Huesera, el peor tramo de la subida, una recta infernal donde la pendiente no baja nunca del doce por ciento. Y algo ha cambiado. Su estilo… su estilo es diferente. Distinto. Va parado sobre los pedales, moviendo la bicicleta de un lado a otro, dejando caer el peso de todo su cuerpo en cada giro de las bielas. Descompone su figura él, que siempre fue bailarín en las cumbres. Pero merece la pena. Las imágenes muestran un ritmo, una velocidad, que contrasta con la de los perseguidores. Ellos parecen inmovilizados en brea derretida, Luis Alberto se desliza por una pendiente helada. Jamás se ha visto un Lucho tan seguro de sí mismo, con tanta confianza. No, al menos, en Europa. Ese no es un ataque que busque ganar la etapa, no.

Ahí está intentando vencer la Vuelta.

Los comentaristas de Televisión Española gritan, asombrados. Herrera brinca de una curva a otra como si fuese un gamo, como si toda su existencia hasta aquel día hubiese estado dirigida a eso precisamente, a devorar con gula de adolescente las ásperas cunetas de los Picos de Europa. Allí, donde el cielo se hace roca y verde, donde (casi) siempre se queda a vivir la niebla. Lugar sagrado, otro más, para los colombianos. Lucho será el primero, y hasta repetirá otra vez. Y luego Rincón, y también Nairo. Asturias, patria cundiboyacense…

Herrera entra esprintando, alza los brazos, satisfecho… y rápidamente vuelve a agarrar el manubrio para frenar casi en seco. Es tan poco el espacio, son tantas las cámaras, que ha estado a punto de atropellar a alguien y caer. Detrás los segundos empiezan a contar. Uno, dos, tres… 86 más tarde llega Belda, su sosias pequeñito y menos fiable. Junto a él Kelly, que se ha defendido mejor de lo que todos esperaban. El resto…un goteo. A partir del décimo todos por encima de los dos minutos. Y una consecuencia inesperada.

El liderato.

Ese 4 de mayo Luis Herrera cumple 26 años. Vence en la cima más mítica del ciclismo español. Y se viste con el maillot amarillo. Un premio inesperado, dice, temporal, Kelly lo recuperará en breve, no hay terreno para arrebatárselo. Pero nadie le cree. Tiene 39 segundos sobre el irlandés, 50 sobre Dietzen, el resto a partir de los 120. Y está, sobre todo, su mirada. Su gesto. La increíble ascensión a Covadonga, atacando desde mucho antes de lo necesario para solo ganar la etapa. Esa seriedad que ya no es timidez, sino concentración. Lucho Herrera ha olido la posibilidad de vencer. Ahora ya no prepara el Tour.

Ahora se va a dejar la piel.

El principal obstáculo es irlandés, ha sido granjero y dicen que tiene un físico de hierro. Se llama Sean Kelly, también está ante su gran oportunidad. Jamás pudo con las tres semanas y ahora… Es exactamente lo contrario a Herrera. Grande, musculado, rodador excelso, contrarrelojista magnífico, un sprinter de primer nivel. Su palmarés llena páginas y páginas con clásicas y pruebas para hombres rápidos. Pero falla cuesta arriba, siempre falla cuesta arriba. Hasta ese año. Más o menos.

La Vuelta parece que va a jugarse en la etapa 18. Contrarreloj en Valladolid de 24 kilómetros. Totalmente llanos. Todo el mundo espera que Herrera se mueva en sus guarismos habituales. Unos tres minutos perdidos con Kelly sería resultado aceptable, le permitiría pensar en voltear la carrera por el Sistema Central. Pero el colombiano anda como nunca y, sobre todo, se está exprimiendo más de lo que jamás hizo. Termina décimo séptimo en la crono, a un minuto y veinte segundos de Kelly, que ni siquiera ha ganado la etapa. Detrás de Herrera quedan hombres como Fuerte, Delgado, Lejarreta, Montoya o Arroyo. Nadie puede creer su tiempo. Es, definitivamente, otro Jardinerito.

Uno que está en la general solo detrás del irlandés. Cuarenta y dos segundos. ¿Podrá solventar esa desventaja en las tres etapas montañosas que quedan? Su pedalada parece irresistible, pero ningún segmento acaba en alto. Enigma…

Que se resuelve nada más iniciarse el siguiente parcial. Allí, a dos kilómetros de la salida, se retira Kelly. Lágrimas en los ojos, maillot amarillo en sus espaldas. Tiene un forúnculo en el perineo, uno dolorosísimo que no le permite apoyarse sobre el sillín. Lo ha intentado todo. Un filete justo entre el culotte y la piel, emplastes, incluso sajarlo para que de allí solo saliese sangre y pus. Nada, imposible. Ni siquiera un hombre de hierro puede aguantar semejante agonía. Todo queda despejado para la victoria de Lucho.

Aún así, se exhibe. Persigue a Fignon por las cumbres de Gredos, mete un minuto adicional a todos los rivales. Después de esa etapa lo separan más de sesenta segundos de Dietzen, el segundo en la general. Tiene un equipo potente, con Henry Cárdenas entre los diez primeros y otros dos colombianos del Postobón en el top ten. Son Omar Hernández y Óscar de Jesús Vargas. Nadie duda que, llegado el caso, echarán una mano a Lucho. Todo sea por el orgullo patrio.

No hace falta, porque el asunto está más que controlado. Años después, en su polémica autobiografía, Laurent Fignon contará que el equipo Café de Colombia pagó a su escuadra, Système U, para que no atacaran y les ayudasen amarrando la carrera. Fignon, dice, aceptó. Tenía una victoria de etapa, un puesto en el podio y muy pocas ganas de guerra… qué hay de malo en ganar algo de dinero adicional. Herrera niega el trato, el resto de escarabajos apoyan a su compatriota. ¿Por qué habrían de pedir favores a quien se mostraba mucho más débil que ellos? Fignon miente, cuentan. Pero allá quedó escrito…

El 15 de mayo de 1987 es un día histórico para Colombia. En Madrid miles de banderas tricolores se agitan saludando el paso de uno de los suyos. Vestido de amarillo. Vencedor, al fin, en alguna de las tres grandes pruebas por etapas del calendario europeo. Tenía que ser él, claro. Luis Alberto Herrera. El Jardinerito de Fusagasugá. Que aquel bautismo llegase, además, en la casa de la antigua potencia colonial no hizo sino aumentar el simbolismo del hecho.

Aquella tarde, en el podio, Lucho Herrera llora mientras escucha ¡Oh, gloria inmarcesible! ¡Oh, júbilo inmortal! “El Jardinerito plantó su primera flor”, titula El Mundo Deportivo, un periódico español. Por Bogotá no se ve un alma. La televisión narra en directo, la radio se desgañita añadiendo emoción a la emoción que ya hay. Cuando Herrera cruza la última meta se desata el júbilo, las calles llenas de gente, música sale de todos los lugares. Rafael Niño, el de Cucaita, está exultante. Ni siquiera los golpes que recibió por parte de la Policía española al término de la etapa (se montó un enorme caos en el que nadie sabía quién era aficionado y quién miembro del equipo) le borran la sonrisa. Al fin ha logrado la gran victoria fuera de América, aunque fuese como director. Y confiesa.

“Vinimos para ganar la montaña y alguna etapa, pero Lucho empezó a ir a más y… Además, hemos andado con frío y con calor, subiendo y bajando… quiero dedicar este triunfo a Colombia y especialmente al resto del equipo que se ha quedado en nuestro país”.

A Lucho lo cuelgan del teléfono. Todos quieren hablarle, todos le hacen carantoñas (los familiares) o promesas (los políticos). Él cuenta cosas de su intimidad a los periodistas. Pocas, porque siempre es discreto. Que no le gustan las centrales nucleares. Que disfruta escuchando a Julio Iglesias y Rocío Jurado. Que en el cine prefiere las películas simples, las de Chuck Norris, o Charles Bronson, o Bud Spencer.

Lucho Herrera ha ganado la Vuelta Ciclista a España de 1987. También, claro, el maillot de mejor escalador. Otros tres compatriotas (Óscar de Jesús Vargas, Henry Cárdenas y Omar Hernández) entran entre los diez primeros de la general. Ryalcao Postobón se llevó el premio de mejor equipo, Café de Colombia fue tercero.

Colombia ha conquistado España.

Mathieu Hermans escribe de su carrera deportiva en el libro A CONTRACORRIENTE

1110x400_Slider_HERMANS-1-1030x371 Mathieu Hermans escribe de su carrera deportiva en el libro A CONTRACORRIENTE Actualidad Ciclismo Ciclismo en ruta Ciclismo profesional Libros de Ruta Nuestros libros Vuelta a España

El lunes 20 de junio ponemos a la venta un nuevo libro. Se trata de MATHIEU HERMANS. A CONTRACORRIENTE la autobiografía del exciclista holandés Mathieu Hermans.

Mathieu Hermans es uno de esos nombres que todos los que siguieron el ciclismo en España en los años 80 recuerdan. Uno de los pocos extranjeros en competir para un equipo español en aquella época, pasó a profesionales en el 85 con el Seat-Orbea, sin saber aún si era un escalador o un esprínter.

Consumado especialista en ciclocrós, abandonó prematuramente los estudios persiguiendo un sueño: ser ciclista profesional. Lo consiguió en el País Vasco, donde se instaló durante sus primeros años en el profesionalismo y donde se dio cuenta de que las cuestas no eran lo suyo, a pesar de su pequeña talla. Fueron al esprint como llegaron sus victorias más sonadas en la Vuelta a España (9) y en el Tour de Francia (1).

005_Hermans_twitter-1030x539 Mathieu Hermans escribe de su carrera deportiva en el libro A CONTRACORRIENTE Actualidad Ciclismo Ciclismo en ruta Ciclismo profesional Libros de Ruta Nuestros libros Vuelta a España

Profesional entre los años 1985 y 1993, repasa en este libro su camino para llegar al profesionalismo, así como sus años en la cima del ciclismo, mezclando anécdotas con reflexiones personales pasadas unas décadas. El periodista Juanfran de la Cruz le ha dado forma a este libro, basándose en una autobiografía publicada hace unos años en su país de origen y también en los recuerdos de Pedro Larrayoz, la persona que lo trajo de Holanda y que todavía hoy considera su familia de Tolosa.

El prólogo del libro está escrito por Juan Mari Guajardo, speaker de la Vuelta a España y muchas otras pruebas del calendario ciclista. Precisamente estará también el 20 de junio en Tolosa, donde Mathieu Hermans presentará el libro acompañado de muchos de sus amigos. Estarán junto a él algunos de los ciclistas de la zona con los que compartió equipo en los ochenta, como Marino Lejarreta, Peio Ruiz Cabestany o Jokin Mujika. Estará también en la presentación el que fuera su director cuando pasó a profesionales, Txomin Perurena, así como su mentor y amigo Pedro Larrayoz, que se ha encargado junto al periodista Juanfran de la Cruz de darle forma a esta autobiografía en castellano.

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¿Quién es Mathieu Hermans? Mathieu Hermans (Goirle, 9 de enero de 1963) es un exciclista neerlandés, profesional entre los años 1985 y 1993. Gran esprínter, corrió durante la mayor parte de su carrera en equipos españoles y obtuvo sus mejores resultados en el calendario español. Consiguió 9 victorias de etapa en la Vuelta a España y una en el Tour de Francia. Durante su etapa de profesional residió en la localidad vasca de Astigarraga. Corredor habilidoso, también era un habitual en pruebas de ciclocrós. Actualmente trabaja en la empresa de prendas deportivas Bioracer y es padre de 4 hijos.

Los mejores libros sobre la historia de La Vuelta

El Afilador Vol. 2 sigue explorando en la historia de la Vuelta a España

El-afilador_vol_2_web_3d El Afilador Vol. 2 sigue explorando en la historia de la Vuelta a España Ciclismo en ruta El Afilador Juanfran de la Cruz Libros de Ruta Nuestros libros Vuelta a España De la misma manera que lo hiciera en El Afilador Vol. 1, el periodista Juanfran de la Cruz vuelve a fijarse en la Vuelta a España para escribir el reportaje que publicamos en El Afilador Vol. 2. Si en el primer número se fue hasta la prehistoria de la gran ronda por etapas española (no en vano, analizó diversos intentos realizados en los años 20 del pasado siglo para poner en marcha una Vuelta a España a semejanza del Tour vecino), en el 2º número de El Afilador, Juanfran de la Cruz se centra en la primera Vuelta a España de la etapa moderna. La Vuelta de 1979.

El periodista extremeño, un estudioso de la historia de la Vuelta a España, también ha escrito una biografía sobre el belga Gustaaf Deloor titulado «De la Vuelta a la luna». Gustaaf Deloor, un nombre casi desconocido, fue el vencedor de las dos primeras ediciones de la ronda española. Este libro, ganador del II. Certamen de Literatura Ciclista «Un libro en ruta», será editado el mes que viene por Libros de Ruta. Mientras tanto, os dejamos con unos extractos de «La Vuelta del milagro», el mencionado reportaje sobre la Vuelta de 1979 que hemos publicado como parte de El Afilador vol. 2:

Y llega el 27 de enero. Aquella jornada del primer mes de 1979 resulta un día aciago para el mundo del ciclismo. El diario El Correo, el mismo rotativo que había rescatado la Vuelta en 1955 con un presupuesto de seis millones de pesetas1, el mismo periódico que la apuntaló en el calendario internacional, que la sostuvo con todos sus bríos, que la mimó con la pasión de las carreteras vascas y la convirtió en la tercera grande, porque así fue y su dinero costó el lograrlo, informa en sus páginas que se ve obligado a desentenderse de su organización. Al menos, temporalmente. La renuncia no es un capricho. Eso se esgrime. Pero lo cierto es que la Vuelta amenaza con derrumbarse. El anuncio es de calado y la agencia EFE se hace eco de una noticia que al día siguiente aparece en una amplia mayoría de medios impresos, generalistas o especializados. No es para menos. Es la Vuelta a España, una referencia del mundillo del pedal. En otros tiempos más recientes, esa dejación hubiera sido carne de trending topic. Seguro. La información conmociona por tratarse de la protagonista de la que se trata. Una competición de primer orden. “Por ambiente y organización, la Vuelta a España ha alcanzado un nivel similar al del Tour”, que la bendice tiempo antes el mítico periodista francés Gastón Benac2. Para colmo e inoportunismo la renuncia llega en el año en el que la carrera va a alcanzar sus bodas de plata bajo la tutela de El Correo. Y con el comienzo de su disputa a la vuelta de la esquina. El calendario internacional dice que el 24 de abril debe iniciarse la carrera. Faltan menos de tres meses. Dramático. No hay tiempo.

A ojos de muchos, la renuncia es inevitable. Por muy previsible. El propio Javier de Dalmases se extraña unos días antes por el hecho de que en años anteriores ya se conocía el trazado de la siguiente edición a estas alturas de calendario. Al periodista catalán le mosquea ese silencio reinante ya entrados en 1979. Es un silencio sintomático. Cuanto menos. Pero los sinsabores no saben ni de guarismos ni de diálogos.

(…)

Cuando El Correo Español-El Pueblo Vasco anuncia, ese 27 de enero de 1979, que renuncia a organizar la Vuelta Ciclista a España está produciéndose un punto de inflexión en la historia de la carrera. De primeras el panorama es el más negro de los posibles, pero acabará alimentando el advenimiento de una nueva época. Un nuevo ciclo. Sí, la Vuelta sabe mucho de momentos, de períodos, de fases. Es ciclismo. Sabe de etapas. Es la más joven de las tres grandes y sin embargo no menos rica en historias y prehistorias que los centenarios Giro de Italia y Tour de Francia. Esa renuncia nos acerca al desembarco de los hermanos Franco, Enrique y Tito, y de Felipe Sainz de Trápaga. Estamos a las puertas de la Vuelta gestionada por Unipublic. Durante los primeros años, en colaboración con un Comité de Organizaciones Ciclistas creado por la Federación Española precisamente en este 1979. A partir de 1985, de forma exclusiva.

El desistimiento de El Correo sorprende tanto como alarma. Y alimenta muchas reflexiones. Antonio Vallugera, el notable periodista catalán (de origen aragonés) especializado en ciclismo, muestra sus reticencias en las páginas del medio que durante años fue el principal competidor de El Correo y, en cierta manera, el que con esa rivalidad estimula en su día la puesta en marcha de la Vuelta en aras de incrementar las audiencias. En las páginas de la Gaceta del Norte Vallugera escribe un artículo que titula “La Vuelta a España… ¿sin bodas de plata?”. Allí aborda el estado de la cuestión biciclística desde una perspectiva distinta, avalada por sus numerosas fuentes y por su gran conocimiento de los entresijos de la carrera: “Puedo asegurar que no es válida la excusa de los problemas económicos, pese a los problemas del país. Puedo asegurar que la Vuelta, con sus 40 millones de pesetas de presupuesto, está cubierta. Lo que más me duele es que no se haya dicho la verdad”.

Vallugera asegura que la organización no ha dejado de trabajar en ningún momento en la parcela deportiva, algo extraño si la economía estrangula su porvenir y se prevé una retirada. En este sentido, explica, José Luis Albéniz ha mantenido una intensa actividad en pos de asegurarse una buena participación. Esa, la concurrencia, siempre ha sido una importante labor. Ingrata. Difícil. Rodeada de negociaciones. Para cuando El Correo revela su renuncia, el bilbaíno ha contactado ya con el italiano Francesco Moser, campeón mundial en 1977, subcampeón en 1976 y 1978; y también se ha visto con el neerlandés Joop Zoetemelk y con el belga Michelle Pollentier, entre otros. Unos intercambios de impresiones y unos encuentros con nombres propios y con equipos que vienen a confirmar que la Vuelta, si bien igual no está muy viva tampoco anda en estado crítico; y también que la cuestión del dinero, hasta ese momento, no parece haber importado en exceso. Es más, cuenta Vallugera que Albéniz le ha arrancado a Moser el visto bueno para competir en la Vuelta a España y en el Giro de Italia en 1979. Otros periodistas no tienen tanta suerte. Cuando han intentado contactar con Albéniz, no han podido dar con él. En todas sus comunicaciones solo han encontrado evasivas de su secretaria o mensajes del tipo “no está, se encuentra de viaje”.

 

 

El Afilador Vol. 2. A la venta el lunes 20 de noviembre

851x315_FotoPortadaFacebook_EL_AFILADOR_VOL2 El Afilador Vol. 2. A la venta el lunes 20 de noviembre Angel Olmedo Carlos Arribas Ciclismo profesional El Afilador Fran Reyes Jorge Quintana Juanfran de la Cruz Libros de regalo Libros de Ruta Luis Guinea Nuestros libros Pedro Horrillo Vuelta a España

 

Os lo dijimos el año pasado. El Afilador era un proyecto que iniciamos con mucha ilusión y que arrancamos con la idea de que perdurara en el tiempo. El objetivo era juntar a periodistas, escritores y deportistas que sabíamos les apasiona el ciclismo y ofrecerles un nuevo formato donde pudieran dar rienda suelta a sus escritos, artículos o reportajes, sin los límites que imponen los medios de comunicación impresos o la fugacidad de los medios online.

El vol. 2 de El Afilador llegará el 20 de noviembre. Siguiendo la línea del volumen anterior, recogerá historias del ciclismo profesional de ahora, de antes e incluso algún texto sobre países que asomarán probablemente su cabeza en el ciclismo profesional en los próximos años.

A algunas de las firmas ya presentes en el volumen 1, se sumarán nuevos nombres como el redactor de ciclismo del diario El País Carlos Arribas, el jefe de la sección de deportes del Diario de Navarra Luis Guinea o el abogado Ángel Olmedo, habitual colaborador de algunos portales de ciclismo.

Carlos Arribas debuta en El Afilador con un delicioso texto sobre Txomin Perurena, el esprínter vasco que llegó a ganar el premio de la montaña del Tour de Francia. Un encuentro de Arribas con este ciclista, contemporáneo de grandes ciclistas como Eddy Merckx, es el punto de partida de este artículo que nos descubre historias y anécdotas desconocidas hasta ahora.

Luis Guinea, por su parte, siguió muy de cerca el proceso de recuperación del ciclista italiano del Movistar Adriano Malori. Acostumbrados como estamos a leer y escuchar milagrosos procesos de recuperación de deportistas, Luis nos cuenta la historia del ciclista que a pesar de sus incansables esfuerzos se ve obligado a dejar el deporte de competición por un accidente.

Ángel Olmedo, por su parte vuelve la mirada también al pasado, centrándose en la figura de José Luis Viejo, el hombre que mantiene un récord pintoresco en el Tour de Francia, el de haber obtenido una victoria, tras fuga en solitario, con mayor margen sobre el segundo clasificado.

Jorge Quintana, por el contrario, mira al futuro en su artículo. A otro país que emerge en el ciclismo profesional, Israel. Con un equipo inscrito este año 2017 en la categoría profesional, por vez primera en su historia, el comienzo del Giro de Italia en Jerusalén y la consolidación y crecimiento del equipo Cycling Academy pueden ser los próximos hitos de este nuevo ciclismo.

Fran Reyes vuelve a escribir en 1ª persona, aunque en esta ocasión ficcionando la realidad y metiéndose en la piel de un ciclista que narra los pasos dados para empezar a doparse. El exciclista Pedro Horrillo también repite, esta vez con un texto sobre su gran amigo Óscar Freire y reflexiona sobre su carrera en uno de esos momentos que siguen compartiendo tras sus retiradas. Por último, Juanfran de la Cruz investiga de nuevo sobre la historia de La Vuelta, centrándose en la edición 1979 que significó la entrada de Unipublic y el comienzo de la era moderna de esta prueba.

La preventa ya está abierta. Envíos a partir del 20 de noviembre, puedes pedir tu ejemplar AQUÍ.